Un sistema alimentado de pretextos
Fidencio Treviño Maldonado.
Desde que se inventaron los pretextos, se acabaron los pendejos.
Refrán Popular. |
Ante la ineptitud e inoperancia de nuestro sistema político a cualquier nivel, los funcionarios esgrimen pretextos como escudo a sus yerros y desaseos de toda índole. Cobijados en nuestra idiosincrasia y falta de autorespeto, los mexicanos sacamos pretextos en donde quiera y en la mayoría de los casos no somos tan valientes para admitir nuestra culpabilidad, menos ver a un político o funcionario ofreciendo disculpas y aceptando su anomia. El sistema nuestro muy acomodado a usos y costumbres en el que sobran los actos fútiles ante los retos que exigen los tiempos y formas que se deben de dar para gobernar con civilidad.
Un cúmulo de excusas son las que nuestra clase politica saca, cual si fueran magos e hicieran aparecer de su chistera palomas o conejos, lanzan al viento los pretextos por no llevar a cabo algún proyecto o inclumplimiento de promesas en campaña. En barriles de oropel reciclado están sumergidos muchos funcionarios, inclusive culpando de sus hierros y rapiña a los otros políticos de su misma calaña, gobernadores o presidentes municipales salientes y argumentando que ellos sólo recibieron esa herencia testamentaria que obviamente paga el pueblo.
Mentira, la corrupción se bifurcan entre impunidad y el engaño, dos culpas que existen pero que nadie acepta, que todos la torean, entre chiquelinas y verónicas dándole pases, evasivas de nuestra bien pagada Casta Divina y de las que para el pueblo en general nadie está a salvo. No se puede atacar la corrupción porque para ello se necesita una ley y para esta ley una reforma, y para elaborar la mentada reforma se necesita una comisión, pero sucede que esta comisión está integrada por personas no gratas al pueblo y acordes al sistema; es decir, la felicidad sin misterio está completa, sin arrepentimiento mas culpa, ya que mientras dure el arrepentimiento dura la culpa.
Los pretextos institucionales, republicanos y democráticos que nuestro sistema usa, es una maquinaria engrasada arrollando a su paso a quien ose detenerla y siempre está en alerta la madre de todas las operaciones por mantener el poder; en donde no hay amigos ni influencias que valgan, sólo predomina el interés y la ambición, y como pretexto muchos políticos argumentan que es la naturaleza humana la que hace que el individuo busque y encuentre su satisfacción sobre todas las barreras.
Este es el mundo real, el mismo escenario que hace un siglo existe en nuestro país, el vivo retrato que el padre del surrealismo, Ándre Bretón, tuvo de México; donde los románticos del país aun esperan que nuestros políticos cambien y colmen sus expectativas, y aunque resulte estúpido echarle la culpa de todos los desmanes, desagravios e indolencias a nuestra clase política, parece que nosotros estamos condenados al ostracismo, manejados por un hilo conductor favoreciendo siempre a las desigualdades y desintegración social, hasta el cuello de ingobernabilidad, sin siquiera una pizca de debate que marque un estrecho destino del país sobre la naturaleza de mejores condiciones de vida de la ciudadanía y la promoción de igualdad de oportunidades para ésta.
Sin embargo, está escrito que la Casta Divina “al ahorcado ni siquiera se le da derecho al patelaeo” anteponiendo nuestros políticos que la anarquía, la represión, la democracia, los programas sociales, las megaobras, las reformas, las comisiones y otras miasmas son el pretexto para cambiar e inclusive mover al país.
La escasez pavorosa de buenos proyectos como son la educación; una ecuación tangible y creíble sobre el gasto y uso del dinero; verdadadera infraestructura industrial; impartición de justica justa e imparcial; distribución equitativa de la riqueza y más, han llevado a nuestros gobernantes a que caiga sobre ellos una cascada de corrupción y el deterioro de un buen gobierno.
Los pretextos de nuestros políticos van más allá de todo razonamiento “Es mi voz, pero no soy yo”, “La verdad, ni nos beneficia, ni nos perjudica”, “Si robé, pero robé poco”, “A poco creían que iba a trabajar deoquis”, “¿La moral?, pos ora vera señorita, es un árbol que da moras ¿no?”, o la frase descarada del gobernador de Chihuahua, César Duarte: “Si, ¿Pos cómo les diré?, soy dueño del banco, pero pos no es mío”, y los pretextos de nuestros dirigentes siguen al país y también a ellos, entre medias verdades y mentiras completas, en donde la mitomanía es la enfermedad que padecen miles de mandones en el país y según se ve es incurable. ¿El remedio? Pues está fácil, está en nuestras manos y mentes...
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